jueves, 15 de noviembre de 2012

Capítulo 10

Inteligencia Artificial


Como ya hemos dicho, el hombre cambia su entorno y ese entorno modificado
cambia al hombre. Estamos en un ciclo imparable que, aunque haya sorpresas
diarias y avances notables, no nos damos cuenta que estamos repitiendo la
historia una y otra vez. Históricamente ya hemos visto cosas similares. Hemos
pasado de la riqueza de el imperio romano a la invasión de los barbaros, de
plenitud de recursos a su escases, de la edad media y su ignorancia al esplendor
del renacimiento. La única diferencia es que ahora los cambios de dan un poco
más rápido. El ser humano tiene un fetiche enfermizo con la inteligencia artificial.
Ya han sido varios los intentos, generalmente en robótica para poder hacerlo.
¿Cuál es el último fin de eso? Muchos hablan de los privilegios que algo así
puede traer. En el capítulo hablan de como puede llegar a tener fines terapéuticos
para personas, por ejemplo, con depresión, y en el cine hemos visto como esa
inteligencia artificial podría ser utilizada en pro del hombre. Para qué producir si un
robot puede hacerlo por nosotros.


Creo que atribuirle características humanas a una máquina, por más indefenso
que sea, no solo es estúpido sino de hecho peligroso. No entiendo cuál podría
ser el producto último de eso. Una invasión de robots, lo que parecía totalmente
inimaginable y ficticio, propio de la ciencia ficción de Hollywood entonces se torna
casi real. Me parece que nos estamos esclavizando y no a los computadores, es
mucho más grave que eso; nos estamos esclavizando a nuestro computador. A
una máquina que por más que cueste no va a dejar de ser una máquina. Mientras
preparaba mis finales de semestre, como es costumbre, mi computador se
dañó. No solo me sentí indefenso, sino frustrado y hasta resignado a perder mis
entregas. Una vez pude salir un poco de aquella crisis psicótica que la ausencia
de unas teclas y una pantalla produjeron en mí resolví caminar unos metros e ir a
la biblioteca. Problema solucionado.


Si los carros nos negaron el suelo, si los barcos el mar y los aviones el aire,
el computador logra privarnos de los tres. En vez de tener que cruzar Bogotá
para tomar un café con algún amigo puedo simplemente conversar con el en la
comodidad de mi cama sin tener que recibir visitas largas o pagar un pasaje de
bus. Si yo quisiera ir al Louvre de Paris, en vez de pasar por las inconveniencias
de las visas, los precios de las aerolíneas y hoteles y encontrarme en un lugar
con un idioma totalmente desconocido puedo simplemente buscar algún sitio en
internet que me haga un recorrido virtual por el que es el museo más grande del
mundo.


Nicholas Carr hace un recuente impresionantemente completo acerca las
consecuencias y derivaciones de nuestras actitudes frente a la tecnología. Si
seguimos dando por sentado que los medios son producto de nuestra inteligencia
y nada más pasa vamos a ser las primeras víctimas de nuestros cerebros. Saber
que pasa en cada uno cuando decidimos abrir una página de internet en vez de
un libro no proporciona datos curiosos, sino alarmas y reflexiones. Los nuevos
medios nos son malos, para nada, pero al igual que el azúcar y de hecho cualquier
cosa en el mundo, todo en exceso es simplemente dañino.

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